No está en el jardín, sino en enredado en la valla de una parcela abandonada. Este verano sus flores perfumadas salpicaban esa valla, pero después tenía que venir su gran sorpresa: los frutos. Y ahí estaban ayer, inmensos, casi tan grandes como un aguacate. Es increíble que los finos tallos del Jazmín de Madagascar (Stephanotis floribunda) puedan exhibir semejantes frutos. Aunque lo cierto es que son grandes pero ligeros como papel.
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El fruto tarda unos 12 meses en madurar y se puede recoger y situar en un lugar cálido para dejar que las semillas maduren. Es entonces cuando ese fruto se abre por la mitad y en el centro quedan las semillas envueltas, como si fueran para regalo, en una funda de seda.
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El que muestro aquí, todavía sin madurar, tiene 12 centímetros de largo y 5 centímetros en su parte más ancha. En el interior, una capa carnosa cubre las semillas. Agrupadas en forma de escama, cada semilla tiene pegado un mechón de hilos de seda que acaban formando pequeños dientes de león. Todo un descubrimiento y no puedo dejar de mirar cada detalle de ese fruto.
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